12.8.13

Salzburgo, la ciudad de la música



Aprovechando la visita de los abuelos maternos de la criatura, este fin de semana nos hemos ido todos a Salzburgo. La idea era visitar esta ciudad, cuna de Herr W.A. Mozart, y de paso huir como de la peste del calor sofocante que reinaba en Viena.
Y el fin de semana ha sido redondo: temperatura estupenda y tres días sin parar de callejear y de comer como animales.

El viernes por la tarde, tren de Viena a Salzburgo en el vagón especial para niños. O lo que es lo mismo, el camarote de los hermanos Marx. Vaya dos horas y media más intensas, por decirlo finamente. En Salzburgo nos recibió la lluvia que fue acogida con agrado por el resto de la expedición (a mí no me hizo mucha gracia). Y a cenar en el hotel, que no estaba la noche para muchos paseos.

El sábado, a pasear por la ciudad. Si ya de por sí es una ciudad musical, durante el Festival de Salzburgo lo es mucho más. Grupos de músicos tocando en cada rincón. Y todos con un nivel impresionante. Supongo que a los que desafinaban los han ido multando o ahorcando y ya solo quedan los buenos. Muchísima gente vestida con sus mejores galas (incluyendo el traje típico) para ir a ver alguno de los múltiples conciertos que hay a todas horas durante el festival. 

Nosotros, en cambio, a lo nuestro. Vimos la catedral, la casa donde nació Mozart, la casa donde vivió, la Mozartplatz... Vamos, que creo que ese tal Mozart tuvo algo que ver con Salzburgo. La ciudad es tan musical que hasta las panaderías lo demuestran.


Comimos en un restaurante austroitalindio pero, sorprendentemente, sobrevivimos. Y más turisteo incluyendo un rato descansando en un banco al lado del río Salzach. Y cenar como animales (yo no triunfé mucho con la elección del plato) en una terracita.

Al día siguiente, visita a la fortaleza de Hohensalzburg. Se sube en un tren cremallera o andando (¿con un carrito? en tren cremallera) y desde arriba las vistas son espectaculares. La visita guiada estuvo bien, aunque con tanta escalera nos dedicamos a jugar a "¿a quién le toca ahora llevar el paquete este?". Vamos, que la peque fue de mano en mano.

 

Los adultos no comimos mal en la fortaleza, pero siempre hay clases. Y en este caso, algunos comieron en trono en vez de trona.



Para acabar, antes de coger el tren de vuelta, hicimos una visita a los jardines del palacio de Mirabell, desde donde se puede ver la fortaleza.


Un fin de semana redondo.

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