21.8.15

El Dachboden del Hotel 25hours

Aprovechando la visita de Jordi y Sara (todas las visitas son una "gran ocasión" siempre), reservamos para cenar en la terraza de un restaurante del centro que Iñigo ya conocía y luego decidimos irnos a tomar una copa. ¿Pero donde?



Digamos que nuestra vida nocturna por Viena ha sido bastante nula hasta el momento, ya que las pekes eran muy pekes y tampoco conocíamos a nadie aquí. Pero ahora ambas son lo bastante mayorcitas como para que alguna vez nos vayamos a cenar por ahí sin preocuparnos (y, por supuesto, gracias a Llum, la chica que se queda con ellas que es un encanto, un amor de chica y que me da una tranquilidad máxima). Pero a lo que iba, que si no no acabaría nunca de contar las bondades de Llum... ¿Dónde les llevamos a tomar una copa y que sea "molón"?

Aprovechando la buena noche que hacía (y un calorazo que ni te explico), decidimos ir dando un paseo al sitio que este post nos ocupa. Pero antes de llegar, una de las situaciones más graciosas de la noche fue en el elefante de delante del Museo de Historia Natural. Queríamos una foto grupal y queríamos que saliera bien. Venga, va, ¿quién se sube? No, yo no, que no soy muy ágil. No, yo paso que no sabré bajar luego... Total, media hora muy graciosa (y sin alcohol) compartida con el elefante y la pareja de andaluces que nos hizo la foto.


Al final quedó bastante bien...

El valiente que finalmente se atrevió a subir.

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Una vez las risas nos dejaron continuar, nos dirigimos al Hotel 25hours, situado al lado del Volkstheater, en el distrito 7. En el último piso de este hotel hay una terraza que un señor (o señora) con muy buen ojo, decidió que iba a poner una cafetería durante el día, con pastelería y todo, y un bar  de copas por la noche.






Así que os imaginaréis el porqué de la triunfada del bar: tiene unas vistas espectaculares sobre Viena. Lástima que en la foto (la nuestra, no la que he "googleado"...) no se aprecie bien, pero hay una preciosa vista sobre los tejados de la ciudad, el Ayuntamiento iluminado, el Prater al fondo...

La foto "googleada"


Nuestra panorámica...




 
Pero más allá de las vistas, que es el atractivo principal, también cabe destacar la decoración. Todo el hotel, y por lo tanto también el bar, está dedicado al circo. Las habitaciones, el hall, las zonas de restauración... están equipadas con hallazgos interesantes y toques de buen humor de temática circense, incluyendo muchos originales de la época dorada de vodevil del siglo XX. Por ejemplo, las rejillas de metal se utilizan como separadores de ambiente y recuerdan a las jaulas de los depredadores. Los grandes sofás y la mesa larga con la bicicleta colgada fomentan la comunicación entre la gente guapa que se da cita allí.









El ascensor que da acceso al bar es de cristal y te permite ir viendo la ciudad mientras subes o bajas. Eso sí, si tienes suerte y no vas como una sardina en lata... Que es lo que nos pasó a la subida: mucha gente y muuuucho calooooooor. Ni vistas ni ná, la cuestión era sobrevivir hasta que se volvieran a abrir las puertas. La bajada, por suerte, la hicimos nosotros cuatro y fue un trayecto bastante más agradable.




Ya os imaginaréis que estas vistas y estar en un local de moda se paga. Las copas dispararon un poco el presupuesto de la noche y la cantidad de gente que había le restó un poco de impacto a las vistas. Pero aún así, recomiendo una visita a esta cafetería/bar porque merece la pena disfrutar de semejante panorama.


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