14.10.15

Una glorieta con vistas

Una de las atracciones más visitadas de toda Viena (incluso me atrevería a decir que de toda Austria) es el Palacio de Schönbrunn, del que tengo pendiente un post exclusivo para él solito. Conocido como el Versalles vienés, es uno de los principales edificios históricos y culturales de este país. Y cuando nos vino a visitar mi prima Xènia, no podía irse sin, al menos, verlo por fuera.

 
Es un lugar muy famoso también a raíz de las películas de Sissi Emperatriz y que ha aparecido en postales, documentales y diversos filmes cinematográficos más allá de los protagonizados por Romy Schneider. Pero hoy no hablaremos del palacio en sí, sino de su glorieta. ¿Su glorieta?

Pues resulta que también la glorieta de los jardines del Palacio de Schönbrunn es uno de los edificios más representativos de Viena, y que junto al palacio y sus jardines, fue nombrado Patrimonio de la Humanidad de la Unesco en 1996.








El tostón histórico de hoy (hacía tiempo que no os soltaba un rollo así, ¿verdad?) empieza diciendo que la glorieta fue construida en 1775 y al principio fue utilizada como comedor y salón de fiestas (¡qué si no en aquella época!) y que incluso lo usaba Francisco José I como sala de desayunos (con esas vistas, no me extraña...). Durante la Segunda Guerra Mundial fue destruida, pero restaurada en 1947, y, posteriormente, en 1995 de nuevo.

¿Y de quién fue la idea de construir esta glorieta? Pues de la de siempre, de la Emperatriz María Teresa de Austria, que se la encargó al arquitecto Johann Ferdinand Hetzendorf como parte de la remodelación integral del Parque Schönbrunn que le fue encomendada. Y con muy buen criterio, la ubicó sobre la cima de la colina.








Cuando llegas a la parte trasera del palacio y ves la extensión de jardines y flores y al fondo, a lo alto, la glorieta piensas "qué pereza subir hasta allá arriba". Y ya ni te cuento cuando vas con un carrito de bebé para empujar o es verano y estás a 40º a la sombra... Pero realmente merece la pena subir la cuestecilla de aproximadamente 800 metros que separa el palacio de la glorieta, desde la cual se puede disfrutar de unas maravillosas vistas de Schönbrunn y de la ciudad de Viena.







La Glorieta propiamente dicha está formada por una sección central con forma de arco de triunfo, rodeada de alas arquitectónicas formadas por elegantes arcos semicirculares. Dicha sección central dotada con ventanas acristaladas se halla coronada por una majestuosa estatua de águila imperial (obra de Benedikt Henrici, por si alguien quería más datos) posada sobre un globo dorado y rodeada de trofeos.

Además de las escaleras de piedra que llevan a la sección central acristalada, hay otros peldaños laterales alineados con enormes esculturas de trofeos que evocan armas y escudos antiguos romanos, estandartes y leones, todo ello realizado por Johann Baptist Hagenauer.




Existe la posibilidad añadida de subir una escalera de piedra interna y acceder a la terraza de 20 metros de altura, dotada con balaustrada y que funciona como mirador. Pero entre que llevábamos el carrito de la peke, que había que pagar una entrada un pelín cara, que era hora de comer... no subimos, como tampoco entramos en el Café Gloriette, situado en su interior y que es bastante conocido parece ser por su repostería (faceta en la que esta ciudad es probablemente la más surtida del mundo).






Fue una mañana en la que el tiempo nos respetó, porque solo nos hubiera faltado subir empujando a la peke en el carrito y lloviendo.

Una visita que merece ser repetida (y no hablo sólo de la glorieta...)  ;)

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