22.11.15

Y ya van 100

Sí, sí, como lo leéis. Este es el post número cien y, por ello, va a ser un post un poco atípico. Hoy no hablaré de nosotros como tal, ni de alguna de las miles de actividades que ofrece la ciudad (que siempre las hay).

Hoy va a ser un post un poco miscelánea, en el que hablaré de diez cosas entre costumbres, diferencias culturales que veo entre allí y aquí, de qué es lo que hemos aprendido, de las curiosidades que nos han sorprendido...

Así pues, ¿estáis preparados para un interesante (y espero que divertido) decálogo? ¡Allá voy!

1) Creo que no es ninguna novedad si os digo que aquí se habla alemán. ¿En serio? ¿Dos años aquí y es en lo único que te has fijado? Sí, sí, pero es que lo digo por algo. Y es que una de las características que podría decirse de este idioma es que el verbo generalmente es lo último que pones en la frase. Por tanto, hasta que no se acaba la frase, no sabes de qué se está hablando. Y he aquí la primera gran diferencia que he notado: todo el mundo espera su turno para hablar. Supongo que es una cuestión de no meter la pata anticipándote erróneamente a lo que el otro quiere decir. A ver, un ejemplo práctico.

Yo a María pan y agua _________ (y aquí podrían haber miles de opciones: le llevo, le sirvo, le robo, le tiro, le compro...). Por tanto, para saber qué te estoy explicando hay que esperar. ¿Os imagináis estar escuchando alguna conversación de Kant o de Freud? Me entran escalofríos de pensarlo...

Pero es que, además, no hablan gritando. Nadie eleva la voz ni intenta conversar por encima de otra persona, sino que se respetan el turno para hablar. De hecho, varias veces en alguna comida con gente austriaca puede quedar incluso un silencio.

 
2) Me he dado cuenta de que durante la semana, la hora de la comida es un mero trámite. Generalmente, compran cualquier cosa y, prácticamente, se la comen andando. Es fácil ver a la gente con un panecillo de Viena con Leberkäse, o con una caja de pizza individual por el autobús.

 
3) Pero luego, en cambio, el fin de semana, les preocupa bastante el tema biológico y del origen de los productos. Sólo en mi calle hay varios comercios donde los productos son caseros o los traen directamente de cooperativas. Una de las anécdotas que nos ha pasado con este tema es con uno de los productos estrella de por aquí.

Cuando Íñigo quiso celebrar su cumpleaños con los compañeros de la empresa, pensó en llevar cosas típicas españolas: jamón, lomo embuchado, pan con tomate y aceite para acompañar... Así pues, lo tenía todo preparado para llevar y sólo le quedaba comprar el pan en la tienda de al lado de casa. Al entrar, varias opciones de panes caseros le aguardaban, pero le gustaron dos hogazas que tenían una pinta estupenda. La chica le pregunta "¿Josef Brot?", y sin tener ni idea, Íñigo le dice que sí. "Vierzehn Euro". ¿PERDÓN?  ¡¡Cada hogaza 7 eurazos!! Un total de 14 hermosos euros por dos panes... Eso sí, cuando llegó al despacho y se puso a preparar todo, cada persona que entraba y veía el Josef Brot se le acercaba y le comentaba las grandezas de ese pan, que es el mejor pan que se hace hoy en día, que sólo hay tres sitios en Viena donde encontrarlo, que muchísimas gracias por haberlo llevado... Así pues, sin saberlo y por 14€, ¡quedó como un señor!



4) Aquí la gente es honrada, muy honrada, y la confianza en la ciudadanía y entre ciudadanos es básica. Todo el mundo paga el transporte público, aunque al principio parece que sea gratis porque casi nadie valida tickets. Se suele tener el pase mensual o el anual, por tanto sólo lo muestras cuando ocasionalmente te cruzas con un revisor. De hecho, si pillan a alguien sin billete suelen ser turistas (en su mayoría españoles o italianos...) o turcos. Y algo parecido pasa con los periódicos el fin de semana. Se confía en que la gente pagará su ejemplar y en que sólo se llevará uno. La primera vez que lo vimos, Íñigo y yo nos miramos y dijimos lo mismo: en España no sólo se llevarían los diarios gratis o las monedas, sino que hasta el plástico desparecería... 




 


5) Aquí desayunan Redbull. Sí, sí, tal cual, como lo leéis. Por la mañana hay gente que en lugar de tomarse un café, se bebe un Redbull. ¡Puaj! Debe ser por puro patriotismo porque tomarse un Redbull con un cruasán como que no...




6) El nivel de educación media es superior al de España. Y no sólo porque un altísimo porcentaje de la población sepa leer partituras, que también, sino porque aquí realmente si le preguntas a una persona si habla inglés, te responderá modestamente que un poco, cuando en realidad son casi bilingües. En España, hay que desconfiar de todo aquel que diga que habla inglés con nivel medio ("mai teilor is rich" o "if, if, between, between" no es nivel medio...). La verdad es que me he encontrado con pocas personas que no supieran indicarme o responderme en inglés, toda una sopresa (más que agradable, todo sea dicho) al principio.



7) Una de las cosas que más me sorprendió al principio es que "bitte schön" (se pronuncia biteshun, más o menos) servía para muchas situaciones, y cada vez con un significado diferente. Por ejemplo, cuando pides un panecillo en una panadería, "bitte schön" de buenas a primera significa "buenas tardes, ¿qué desea?"; cuando te dan el panecillo y te vuelven a decir "bitte schön" te están diciendo "tome, aquí tiene"; y cuando tú acabas con un "danke" de agradecimiento, te vuelven a contestar "bitte schön", que esta vez significa "de nada". ¡Menos mal que dicen "bitte schön" tres veces y no Bitelchús!



8) En Austria, los zapatos en la puerta, bitte! (y es una costumbre que, casi desde el primer día, adoptamos en casa). Aquí todo el mundo se quita los zapatos al entrar en las casas, propias o ajenas, como los japoneses o los finlandeses, por poner dos ejemplos. Esto puede resultar chocante para los que no somos de aquí, pero la verdad es que tiene toda la lógica del mundo, sobre todo en invierno: si llueve o nieva, al entrar en una casa sin descalzarte puedes dejar, sin darte cuenta, molestos charquitos que para la gente que sí se ha quitado los zapatos son bastante desagradables, además de ensuciar y repartir polvo y bacterias por toda la casa. Por eso, una muestra de educación es quitarse los zapatos y dejarlos en la entrada. Además, normalmente los anfitriones suelen tener zapatillas preparadas para todos sus invitados, para que se sientan como en casa. ¿A qué es bonito? Pero claro, todo tiene una parte mala. Y es que imaginad una cena multitudinaria... ¡Se pueden llegar a juntar demasiados zapatos en la entrada! :)


9) Es sorprendente la importancia que tienen los títulos universitarios en la sociedad austríaca. En España, si alguien indica sus títulos sin venir a cuento, se le considera por regla general un arrogante, un estúpido y un prepotente. En Austria parece ser justo al contrario. De hecho, conozco varias anécdotas al respecto de que con un título por delante consigues mejores condiciones, respuestas o disculpas más rápidas, mayores ventajas... Por ejemplo, parece ser que en la búsqueda de guardería (o colegios) tener un título puede abrirte más las puertas o situarte más arriba en las listas de espera. 
 
Hay quien explica que cuando llegó a Viena fue a una entrevista de trabajo para ser ayudante de panadería y, al ver su currículum, le dijeron que tenía demasiada capacitación para ese puesto y que ya quedaba directamente descartada. Directos y al grano. En España creo que todavía es al revés, ¿verdad? Si no tienes mil cosas (bilingüe castellano-inglés, C1 de alemán y hebreo nativo, nivel máster del universo en ofimática y multimedia, hacer el pinopuente mientras retocas fotos y eres el Comunity Manager de varias multinacionales...) pues no pasas a la siguiente ronda, de lo que tampoco te enterarás porque no te llamará ni Cristo para decirte que no estás seleccionado.





La explicación a este fenómeno de Titulitis de la sociedad austríaca (la fuente es una Uni. Prof. Mag. Dr. Frau profesora de alemán, por si acaso) es que cuando había monarquía en Austria, únicamente el emperador y los miembros de la nobleza eran dignos de hacer gala de sus títulos. Al abolirse ésta (y prohibirse el uso de títulos nobiliarios en la joven república) quedó un vacío que se llenó con los títulos académicos. Al mismo tiempo, surgió la idea de que todos podían tener títulos y hacer gala de ellos porque ya no te venían desde la cuna, sino que te los habías ganado tú con tu esfuerzo. Por eso está muy enraizada en esta cultura el uso de los mismos. Así pues, que sepáis que este post lo firma la Mag. Nater ;)
 
10) Por último, como colofón a este decálogo, uno de los descubrimientos más impactantes (y algo turbadores) cuando vienes a vivir a Viena: los inodoros con "plataforma". Sí, sí, los tronos de baño o, comúnmente conocidos como váteres. A ver cómo lo explico sin que sea demasiado escatológico... Todos aquellos que alguna vez hayáis venido a visitarnos o simplemente hayáis viajado a este país os habréis dado cuenta de que son bastante diferentes a los españoles. ¿Y en qué se diferencian? Pues básicamente en que tienen el agujero de desagüe en el otro lado, de forma que los "outputs" de cada persona no caen en una "piscinita" de agua (y su consiguiente salpicadura), sino que caen en una plataforma algo más elevada. Eso sí, luego tienen que salvar un escalón al tirar de la cadena.

Según me han dicho, a los aborígenes les gusta asegurarse de que el tamaño, color y textura son los correctos dentro de un estándar de salud intestinal y es que, con estos váteres, se puede observar el "output" en todo su esplendor.


Iba a poner una foto del inodoro en cuestión, pero creo que es mejor que vengais a comprobarlo por vosotros mismos... :)

Y hasta aquí el post número 100. A ver qué recopilo para el número 200. ¿Alguna sugerencia?

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