Así que primero celebramos la tradición de las rosas y los libros y luego nos fuimos de turisteo, a olvidarnos de tradiciones y probar cosas nuevas. Sólo os daré una pista: comida sobre raíles. ¿Es eso posible?
La jornada empezó bien: ¡rosas directamente desde Barcelona! Mi padre, fiel a las tradiciones y a hacer feliz a su hija (y nietas), nos envió un super ramo de rosas preciosas. Aunque nos os vayáis a pensar, también hubo rosas austríacas ;) e intercambio de libros, para pequeños y mayores.
Y después de pasear por la ciudad y sus muy muchos monumentos, acabamos visitando el Prater. Una vueltita por la famosa noria y ya se nos ha hecho la hora de comer...
¿Y ahora qué? ¿Les llevamos a comer codillo a la famosa Schweizerhaus? ¿O probamos un sitio nuevo que acaban de estrenar? ¡Venga valientes, a descubrir cosas nuevas! Nos atrevemos con el Rollercoaster Restaurant, ¿no?
El sitio es tan nuevo (abrió sus puertas el 1 de abril) que aún hay un poco de caos organizativo, así como alguna vagoneta que se quedó a mitad de camino. Pero es realmente llamativo no sólo el concepto, sino la manera de llegar los pedidos. ¡Hay una expectación!
Para empezar, los encargos se hacen a través de una tablet que te entregan en la entrada. Ahí eliges la bebida, la comida y las cantidades de cada cosa. Como curiosidad añadida, comentar que incluso las bebidas se venden bajo su marca propia "One More®".
Después, el envío de alimentos y bebidas se hace a través de robots que, por cierto, también mezclan y envían los diferentes cócteles. Los dispositivos de transporte van por raíles instalados por todo el local y cada vez que va a llegarte algo a la mesa, tus raíles se iluminan con un sistema LED. Aproximadamente cada 50 minutos se oscurece el restaurante y hay un espectáculo de luces y música (muy yankee todo), que incluye también unas rutinas de baile del robot.
Pensaba que esta americanada vendría importada de allende los mares, lo que viene siendo USA. Pero la idea original se gestó en Nuremberg, en el país vecino. Así que primero se instaló en Alemania y luego se exportó a Kuwait, Abu Dabi, Sochi e Inglaterra, y ahora, Viena. Vamos a ver qué acogida tiene semejante idea, porque la verdad que para ir una vez tiene su gracia, pero no sé yo si repetiremos...
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